1. Disponibilidad.
Consiste en dedicar tiempo (!que es lo que menos tenemos!) a atender a nuestros hijos y esposo/a.
2. Comunicación padres-hijos: que los padres hablen menos y escuchen más.
3. Coherencia en los padres y autoexigencia en los hijos.
4. Tener iniciativa, inquietudes y buen humor , especialmente con el cónyuge.
Estos tres factores son útiles para la autoestima familiar. Pero la rutina es un enemigo en las relaciones conyugales y con los hijos. El punto clave es que haya creatividad e iniciativa en la vida de pareja y eso se contagiará a toda la familia. Las mejores horas deben ser para compartir con el esposo o esposa.
5. Aceptar nuestras limitaciones, y las de los nuestros.
Hay que conocer y aceptar tus limitaciones, las de tu cónyuge, las de tus hijos. Pero es importantísimo no criticar al otro ante la familia, no criticar a tu cónyuge ante los niños, o a un niño ante de los hermanos, comparando a un hermano "bueno" con uno "malo". Eso hace sufrir al hijo y le quita autoestima. Es mejor llevarlo aparte y hablar.
6. Reconocer y reafirmar lo que vale la otra persona.
7. Estimular la autonomía personal.
Uno se hace bueno a medida que va haciendo cosas buenas. Es importante que lo entiendan los hijos. Lo que se hace es importante: hacer cosa buenas nos hace buenos a nosotros.
8. Diseñar un proyecto personal.
No irás muy lejos si no sabes a dónde quieres ir. Quedarte quieto no es factible, uno tiende a volver a quedarse atrás. Has de tener un proyecto personal para crecer, y atender y ayudar a discernir y potenciar los proyectos de los tuyos.
9. Tener un nivel de aspiraciones alto, pero realista.
10. Elijamos buenos amigos y amigas.
El individualismo es el cáncer del siglo XXI. Nosotros y nuestros hijos estamos atados a máquinas gratificantes: el DVD, la TV, la Videoconsola, Internet... El trabajo en solitario va minando la amistad verdadera. Los amigos comprometen mucho y al individualista no le gustan los compromisos.
Fuente: Catholic.net