Dios lo da todo
Testimonio vocacional del P. Luis Rodrigo Núñez Jiménez
P. Luis Rodrigo Núñez Jiménez L.C.
Siempre que me preguntan de dónde soy tengo que hacer todo un recorrido histórico geográfico por México. Nací en la ciudad de México, pero la familia de mi padre es de Aguascalientes y la de mi madre de los Altos de Jalisco, de Jalostotitlán. Viví en la Ciudad de México, en Guaymas Sonora, en Acapulco, en Tuxpan y en Xalapa, Veracruz y siempre he visto eso como una bendición porque hoy tengo amigos y familiares repartidos por todo el país.
Soy el segundo de tres hermanos, el mayor está ahora casado con una excelente mujer viven en Guaymas Sonora y tienen dos preciosos hijos, mi hermana es la menor y es consagrada en el Regnum Christi, trabaja con medios de comunicación y actualmente vive en Madrid, entre los tres nos llevamos a penas un año de diferencia y tenemos temperamentos muy complementarios así que siempre hemos sido muy cercanos.
Los primeros años de mi formación los viví en la Ciudad de México, estudié en un colegio del Opus Dei llamado Cedros, creo que fui un niño bastante normal, nada fuera de lo común, mis calificaciones eran buenas, no daba problemas en la disciplina, me llevaba bien con mis compañeros, son años que recuerdo con mucho cariño y sobretodo con muchísima gratitud porque ahí aprendí a ver a Cristo como a un amigo real que formaba parte cotidiana de mi vida. Participaba en las actividades que organizaba un club juvenil del Opus Dei, prácticamente todos los fines de semana teníamos torneos, campamentos, concursos, etc., ahí descubrí que ser un buen cristiano no significa ser aburrido, sino todo lo contario se trata de divertirse y saber vivir la vida al máximo, pero siempre de la mano de Dios, descubrí que el cristianismo no te quita nada y que por el contrario te ayuda a llevar todas las cosas a su auténtica plenitud.
Por el trabajo de mi papá, cuando pasé a segundo de secundaria nos mudamos a vivir a Guaymas Sonora, el cambio nos marcó muchísimo a todos. De vivir en un departamento, en una de las ciudades más grandes del mundo, en el centro del México, nos mudamos a una casa en la playa, en un puerto de 150 mil habitantes, en el pacífico norte, dentro del Golfo de Cortés, a pocas horas de la frontera. Ahí estudié en un colegio mixto, de formación marista, el Colegio Navarrete. Fue ahí donde conocí a muchos de los que hasta hoy son algunos de mis mejores amigos. La gente en Guaymas es extraordinaria, son abiertos, alegres y nobles, todos en mi familia nos sentimos tan identificados con esa sociedad que incluso hoy muchos piensan que somos originarios de ahí.
Los años de la secundaria fueron años que viví, por decirlo de algún modo, con mucha intensidad, mi disciplina dejaba mucho que desear, era extremadamente inquieto en clase incluso me llegaron a expulsar del colegio. Por otro lado mi grupo de amigos crecía mucho. Todos los días nos reuníamos por las
tardes con cualquier pretexto, comenzaron las primeras fiestas, las primeras amistades profundas, las primeras experiencias fuertes como la muerte de dos de nuestros amigos, uno en un accidente de tráfico y otro a causa de un cáncer muy agresivo. Fue una adolescencia muy plena, pero tengo que reconocer que aunque llevaba muy buena amistad con muchos de mis profesores y con mis papás, en más de una ocasión fui un verdadero dolor de cabeza para ellos. Hoy les agradezco infinitamente su paciencia y su cercanía durante esos años.
La preparatoria la estudié en el Tec de Monterrey campus Guaymas, son años que recuerdo con un inmenso gusto. En la preparatoria éramos unos 150 alumnos, todos nos conocíamos y nos llevábamos muy bien. Vivíamos un ambiente realmente muy alegre y gracias a Dios también muy sano. Un día durante uno de los recesos, un exalumno se presentó en el pasillo central y nos puso un video sobre unas misiones de Semana Santa, fue así como conocí las Mega Misiones, cuando terminó el video me acerqué a hablar con él y le pregunté quién organizaba las misiones, me contó sobre el Movimiento Regnum Christi y sobre los Legionarios de Cristo. Me entusiasmé con la idea de las misiones y no fui el único, porque esa Semana Santa nos fuimos tres alumnos de la “prepa” a las misiones; mi hermana, una amiga de nosotros y yo. Esas misiones definitivamente determinaron mi vida. Durante esa semana me maravillé al ver el testimonio de jóvenes alegres y “normales” a los que les gustaba la fiesta tanto como a mí, pero que además eran capaces de vivirla de un modo distinto, jóvenes a los que nos les daba pena decir que eran católicos en cualquier ambiente y comportarse como tales además de ser gente que ejercía un liderazgo muy especial, estaban llenos de iniciativas, de proyectos, de entusiasmo. Les dejé mis datos porque me pidieron seguir en contacto. Fue así como unos meses después recibí la invitación para ir a un retiro de incorporación al Movimiento Regnum Christi, curiosamente mi hermana también tuvo retiro ese mismo fin de semana y nos incorporamos al Movimiento el mismo día. A partir de entonces las consagradas y los legionarios comenzaron a visitar con más frecuencia mi casa que se convirtió en un punto de encuentro con otros jóvenes. Poco a poco, al ver mi gusto por las misiones y mi amistad con los padres, mis amigos comenzaron a decirme en tono de burla que yo acabaría yéndome de “padrecito”, incluso una de las profesoras de la prepa a la que yo estimo mucho me “profetizó” que de seguro lo mío era la vocación al sacerdocio, fue así como comencé a formular en mi interior la pregunta; ¿y si yo fuera sacerdote?, es increíble lo que esta simple pregunta puede hacer en la vida de cualquier joven, “¿y si yo?, ¿y si yo?”, la verdad era como una especie de enamoramiento, la idea me daba mucho miedo, pero al mismo tiempo me llenaba de emoción, no quería dejar las cosas que tenía y tanto me gustaban pero seguía sintiendo que estaba hecho para algo grande, algo que implicara una donación total, algo donde realmente pudiera contribuir a mejorar el mundo. Por fin un día se lo comenté al el P. Gabriel González, LC y él me invitó a conocer el noviciado de los Legionarios de Cristo en Monterrey, fue un fin de semana, pero me bastó la primera media hora para descubrir que ese era el lugar donde Dios me quería y el lugar en el que también yo quería estar, todo me gustó, el lugar, las actividades, pero sobretodo el ambiente.
Estaba decidido a ir durante ese verano al período de prueba llamada candidatado, para probar si Dios efectivamente me llamaba a ser su sacerdote. Pero venía la parte más complicada, decírselo a mi papá, lo que pasa es que mi padre era una extraordinaria persona, honesto, valiente, noble, con una gran conciencia social y sumamente inteligente, pero no era un hombre de fe, y no es que fuera un anti-clerical, incluso estuvo siempre de acuerdo en que sus hijos recibieran una auténtica formación católica, pero de eso a que uno de sus hijos pensara en consagrar su vida por completo a Dios había una gran distancia.
Coincidió que ese mismo verano que yo pensaba irme al candidatado, transfirieron a mi papá a Acapulco por lo que toda la familia nos mudamos para allá, yo que tenía miedo de enfrentar el tema vocacional con mi papá vi esa mudanza como “un signo” de que quizá convenía esperarme un poco, (nunca definí qué significaba ese poco), así que llegando a Acapulco de nuevo ciudad nueva, casa nueva, colegio nuevo, nuevos amigos y nueva novia. Era una chica muy guapa y alegre, nos llevábamos muy bien y ese noviazgo duró dos años. Terminado el primer año en Acapulco a mi papá lo transfirieron a otro puerto pero ahora en el Golfo de México, a Tuxpan Veracruz. Ahí solamente llegaron mis papás porque mi hermano mayor vivía en Guaymas, mi hermana estaba dando un año como voluntaria colaborando con el Regnum Christi en Cozumel y yo comencé a estudiar mi carrera de derecho en la Escuela Libre de Derecho, en la Cd. de México. Para entonces yo ya estaba convencido de que no tenía vocación sacerdotal y que todo había sido un fervor pasajero de mi juventud.
Después del primer año de carrera, durante el verano, mi hermana nos dio la noticia de que pensaba que Dios la llamaba a la consagración total de su vida y que se iría al candidatado. Esa noticia produjo una revolución en la casa pero ella supo defender su postura con mucho valor y con mucha coherencia, tanto que consiguió la aprobación de mi papá, a pesar de lo mucho que le costó. Durante ese verano mi papá tuvo un problema en la columna, lo llevamos a operar a la Cd. de México y aunque salió muy bien de la operación, durante la recuperación empezó a tener dificultades cardiacas y un 31 de agosto por la noche lo tuvimos que llevar de urgencia al hospital donde esa misma noche murió. De nuevo la familia cambiaba radicalmente. Mi mamá de ser una ama de hogar con su marido y tres hijos, se descubrió viuda, con una hija consagrada y otro a punto de casarse, así que solamente le quedaba yo. Yo dejé de estudiar durante un año y ese tiempo lo dediqué a estar con mi mamá, fuimos viendo el tema de su casa, etc. Ese tiempo sin estudiar y sin trabajar en un joven tan propenso a las amistades y a las fiestas digamos que no fue lo más provechoso que digamos. Me dediqué a viajar, a las fiestas, a las compras, hacía muchas cosas y no hacía nada, pero afortunadamente los amigos del Regnum Christi que para entonces ya había hecho en la Cd. de México me empezaron a frecuentar cada vez más y fueron una excelente influencia, tanto que al terminar ese año, en lugar de regresar a la universidad decidí dar un año de mi vida como voluntario colaborando con el Movimiento, sentí que era una buena forma de corresponder a todo lo bueno que de ellos había recibido y ¿porqué no?, una buena oportunidad de darle “algo” a Dios, ya que no me iba a ir de sacerdote.
Colaboré en Xalapa Veracruz trabajando con jóvenes. Ese fue el año decisivo en mi proceso vocacional, no fue nada en concreto y al mismo tiempo fue todo. El trabajo, el bien que se le podía hacer a la gente, el ambiente de auténtica caridad que se vivía en las casas de los padres legionarios, etc. Fui a Roma para la clausura del año jubilar y aprovechamos para hacer unas misiones en un pueblito de Bosnia, durante las misiones el párroco nos dijo, “ustedes son muy afortunados, porque en México si eres católico lo peor que te puede pasar es que se burlen de ti, aquí por ser católico te pueden matar”. No necesité más motivaciones, sabía lo que tenía que hacer, sabía que Dios me había dado mucho durante mi vida y que me había “cuidado” mucho incluso cuando yo no hice nada por cuidarme, así que decidí ir al candidatado y probar.
Todos estos años en la Legión han sido años de auténtica plenitud. El día de mi ordenación diaconal durante toda la celebración escuché en mi interior una y otra vez la voz de Dios que me decía, ¿lo ves?, has estado en muchísimos lugares, has hecho muchísimas cosas, has conocido muchísima gente pero por fin lo sabes, este es tu lugar y efectivamente, este es mi lugar, Dios es mi lugar.
No pienso terminar sin hacer una mención muy especial a las dos mujeres que han hecho que hoy sea posible que yo haya llegado hasta el sacerdocio. Mi mamá del cielo, María, que siempre me ha acompañado a lo largo de mi vida cuidando y protegiendo mi fe y mi amistad con Cristo y mi mamá en la Tierra que siempre, siempre nos ha enseñado a saberse donar con alegría para cumplir la voluntad de Dios aunque cueste, con la confianza de que Dios nos ama, y sabe mejor que nosotros lo que hace.
El P. Luis Rodrigo Núñez Jiménez nació en la Cd. de México el 18 de julio de 1978, se incorporó al Movimiento Regnum Christi en Guaymas Sonora en 1996, estudió un año de la carrera de derecho en la Escuela Libre de derecho en la Cd. de México y dio un año como colaborador del Regnum Christi en Xalapa Veracruz. Ingresó al noviciado de la Legión de Cristo en el verano de 2001 en Monterrey, estudio humanidades clásicas en Salamanca España y filosofía en Roma. Sus prácticas apostólicas las realizó en Aguascalientes México trabajando en la promoción vocacional y sus estudios de teología los cursó en Roma colaborando al mismo tiempo en las oficinas de la administración general de la congregación. Actualmente es director de sección de jóvenes en Guadalajara.