Carta del P. Álvaro Corcuera, L.C. para la solemnidad de Cristo Rey 2012, día del Regnum Christi.
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¡Venga tu Reino!
23 de noviembre de 2012.
A
los legionarios de Cristo y a los miembros del Regnum
Christi
Muy estimados en Cristo,
La solemnidad de Cristo Rey es cada
año para nuestra familia una ocasión muy especial para unirnos,
sobre todo en la Eucaristía y en el deseo de
que Jesucristo sea el Rey de nuestros corazones.
Cuánto quisiera poder
agradecerles como merecen sus oraciones, sus palabras y sus notas.
Me es imposible poder expresar con palabras toda la gratitud
que les tengo. Cuánto renueva y llena de ánimo su
amor a Jesucristo, su respuesta a la acción amorosa de
Dios, a la Iglesia y al Movimiento, su deseo de
extender el Reino. Jesucristo nos hace ver que todo lo
que Él permite nos lleva a amarle más, nos conduce
a la meta de todo cristiano, que es la santidad.
Realmente, su amor nos sorprende a cada paso. Cada vez le agradezco más a Dios el don de haber sido llamado a formar parte de esta familia.
Muchas veces, al inicio
de lo que escribimos, ponemos: «¡Venga tu Reino!» ¿Qué es
lo que tiene Jesucristo que es capaz de cambiar el
corazón de los hombres? ¿Qué hay en Él que ha
llenado de sentido nuestras vidas? Sabemos que Él reina en
nuestro corazón de un modo que no lo podemos expresar.
Es silencioso, amable, exigente, suave, bondadoso, cálido. Se trata del
Cristo Rey que contemplamos en el Evangelio, cuyo reino no
es de este mundo. Reina sirviendo, amando, sufriendo por nosotros.
Meditar en Cristo como Rey es contemplar la imagen de
Jesucristo ultrajado y crucificado, que nos hace ver que nos
amó hasta el extremo y que pide que nuestra respuesta
sea también amar con todo nuestro corazón, sin esperar nada
a cambio. Una respuesta que es un «sí» en cada
momento de nuestra vida, en lo pequeño y en lo
grande. Para quien tiene a Cristo como el Señor de
su vida, todo le lleva a experimentar la alegría de
la donación, aun en medio de las mayores pruebas, como
vemos en la historia de tantos santos y mártires.
Su reinado
no es de protagonismo, de ser más o de tener
más. Es un reinado de mansedumbre y humildad, su corona
es de espinas, su autoridad es servicio. Cuando pensamos que
Él es Dios y, sin embargo, lo vemos así, no
podemos sino corresponder diciéndole: «¡aquí estoy, Señor!» Con tu gracia,
sin importar el precio, en las buenas y en las
malas, en los momentos alegres y tristes, en las tribulaciones
y fatigas. Siempre sabemos que el amor es más fuerte
y, por eso, el reinado de Cristo nos transforma. Quien
contempla tanto amor, no es que «haga apostolado», sino que
siempre es apóstol. El Reino de Cristo es un «sí»
total, por puro amor. Al considerar este amor de Cristo
por cada uno de nosotros, nos sentimos lanzados a extender
su Reino por todo el mundo, en cada persona que
nos encontramos, en la familia, en la sociedad. Nuestro lema,
«¡Venga tu Reino!» se transforma así en un aliciente e
incentivo para ser sus apóstoles.
Nuestra confianza está puesta en nuestro
Rey, a quien contemplamos en su trono en el cielo,
dirigiendo nuestra historia con sabiduría y providencia amorosa. En estos
días leíamos la carta de san Pablo a los colosenses,
que es todo un programa de vida: «buscad las cosas
de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de
Dios» (Col 3,1). Especialmente en estos momentos, cuánto nos ayuda
mirar todo desde la perspectiva de la eternidad. Vivimos situaciones
que no podemos considerar sólo humanamente, sino llenos de fe,
esperanza y caridad, para seguir luchando y entregando nuestras vidas
con entusiasmo renovado.
Más que nunca nos necesitamos como hermanos, apoyándonos
y sosteniéndonos unos a otros. En la misma carta, dice
san Pablo: «revestíos del hombre nuevo… como elegidos de Dios,
santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si
alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó,
perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos
del amor, que es el vínculo de la perfección. Y
que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a
ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed
agradecidos» (Col 3,10-15). Hoy agradecemos de modo especial a Dios
nuestro Señor por habernos llamado a ser parte viva de
la Legión y del Movimiento, donde pone a nuestro lado
hermanos y hermanas como ustedes.
Es el amor lo que nos
permite salir adelante en las tormentas. En una de sus
últimas audiencias, Benedicto XVI decía que «la experiencia humana del
amor tiene en sí un dinamismo que remite más allá
de uno mismo; es experiencia de un bien que lleva
a salir de sí y a encontrase ante el misterio
que envuelve toda la existencia» (Audiencia, 7 de noviembre de
2012). Todos hemos experimentado que, cuando nos miramos demasiado a
nosotros mismos, el panorama se ensombrece. Por el contrario, todo
cambia cuando vivimos pensando en Cristo, en la misión que
nos encomienda, en tantas almas necesitadas de su amor.
El amor
siempre nos mueve a más. «Caritas Christi urget nos». Nuestra
respuesta de cada día, nuestra respuesta hoy, la de cada
uno de nosotros, es importante para Cristo, para la Iglesia,
para el Regnum Christi. Decía también el Papa en la
misma audiencia: «Aprenderemos así a tender, desarmados, hacia ese bien
que no podemos construir o procurarnos con nuestras fuerzas, a
no dejarnos desalentar por la fatiga o los obstáculos que
vienen de nuestro pecado». En la medida en que confiemos
en el poder y la fuerza de Cristo Rey, y
no en nuestras propias capacidades, podremos ser instrumentos de la
gracia y ayudar a muchos hombres y mujeres a encontrarse
con Él. Para eso nos ha llamado.
Aprovecho para agradecerles de
nuevo y pedir juntos a Dios que nos siga guiando
en nuestro camino de renovación. Ahí tenemos los «Lineamientos» para
seguir reflexionando y asimilando lo que significa ser seguidores de
este Rey, predicadores del Reino de Cristo.
Dios les bendiga mucho
y la Santísima Virgen nos acompañe y nos proteja.
Afectísimo en
Cristo, Alvaro Corcuera, L.C.